Son algunas, y otras más escatológicas, de las sensaciones que sufro y vivo.

Otra vez, y van ya tantas, hablamos de gente que envilece la política, que la llena de mierda asquerosa, que demuestra que llegó a la política para medrar, para enriquecerse, para robar y mangonear, para traficar, para ser comisionista.

Nada nuevo bajo el sol. Lo he dicho muchas veces. En la política se cuelan seres despreciables. Lo triste, lo preocupante, es que estas gentes, que son minoría entre quienes trabajan en política, tapan con sus vergüenzas el trabajo digno, honrado y honesto de la gran mayoría de políticos y políticas que, día a día, trabajan por la ciudadanía.

Estas gentes despreciables, corruptas y miserables, además de desprestigiar la política, son lacayos y lameculos de esa otra gente, aún más miserable, corrupta y despreciable, que les utiliza, que les da unas migajas de lo que roban con sus corruptelas.

De esta otra gente nunca se habla. Pero no habría corruptos si no hubiera corruptores. Estas gentes, las que verdaderamente se benefician, las que esquilman el erario público, las que sacan la mayor tajada, se van de rositas. La culpa, el marrón de cuando salta un caso de corrupción, se la traga (bien tragada) el corrupto, pero nada le pasa al corruptor.

Buena parte de responsabilidad en ello tienen esos pseudo medios de comunicación especializados en el morbo, esas tertulias de sabelotodos, esas redes sociales colonizadas por agitadores/as,…

No voy a entrar en aquello del y «tú más». Se supone que todos y todas somos mayorcitos/as y sabemos los casos habidos, las tramas conocidas, las juzgadas y las pendientes de juzgar. Sabemos, también, lo que han hecho los partidos que tienen, o han tenido, casos de corrupción. Así que saquen las conclusiones oportunas.

El verdadero drama, el que me produce esa sensación de frustración y desengaño, es como toda esta puñetera gente contribuye a desprestigiar la política, a alimentar aquello de «todos iguales», a facilitar el camino al populismo y, en definitiva, al fascismo.

Ciertamente, estos casos, en la izquierda, para las gentes y votantes de izquierda, producen un mayor cabreo, dejan a la gente sin argumentos y les llevan al planteamiento de «yo no voto».

Siempre dije que aquello que se coreaba en las plazas de «PSOE, PP, la misma mierda es» era tremendamente injusto. Igual que es un despropósito generalizar. Miren bien la trayectoria y recorrido de ambos partidos y de los gobiernos que hemos tenido presididos por ambos.

Lamentablemente, en este caso, el PSOE y Sánchez no han estado muy acertados. Vale que han cesado y echado a otro corrupto (el 2º Secretario de Organización que le sale rana a Sánchez), vale que (otros/as no lo hacen) ha pedido disculpas a la ciudadanía y vale que va a remodelar la dirección del PSOE.

Pero falta un paso adelante, falta recuperar la credibilidad y falta enfrentarse a toda esta porquería de las cloacas recuperando la iniciativa política. Un buen primer paso sería someterse a una moción de confianza. Con ello volvería a quedar claro cual es la mayoría del congreso que mantiene al Presidente y a su Gobierno, despejaría dudas sobre cuales son las verdaderas alianzas y le quitaría a la derecha varios de sus argumentos.

Con todo, la corrupción no dejará de ser un lastre para la democracia mientras no se persiga, con la misma intensidad y mano dura, a los que corrompen, a quienes son responsables de la corrupción.

Desgraciadamente esto no es nuevo en este puñetero país. Antonio Machado, por boca de Juan de Mairena, ese profesor inventado que creó, decía a sus alumnos/as: «La política, señores, es una actividad importantísima. Yo nunca os aconsejaré el apoliticismo, sino, en último término, el desdeño de la política mala que hacen los trepadores y cucañistas, sin otro propósito que el de obtener ganancias y colocar parientes».

Lamentablemente, episodios como estos que vivimos, las filtraciones continuas, los autos judiciales incomprensibles, el ruido constante, el insulto permanente, el estercolero de las redes sociales, los bulos y mentiras, han hecho que hoy en día se crea más a «cucañistas» y «arribistas» que a quienes creen, y practican, con honestidad y honradez algo imprescindible en una democracia como es la política.

Este domingo, aunque seguramente pasará desapercibido, se cumple el 44 aniversario del golpe de Estado del 23 F. 44 años, tan solo, hace que la tímida democracia, que tanto había costado conseguir, quiso ser abortada por un golpe de estado. Otro más de los muchos que este país ha sufrido.

No quieren que hablemos del pasado, que no conozcamos nuestra historia, pero si repasamos lo sucedido en el último siglo vemos varios golpes de estado. El de Franco, el que fracasó, provocó una guerra de tres años.

El de Franco en 1936, el del Coronel Casado en 1939 y el tejerazo de 1981 fueron contra la libertad y la democracia.

Aquel 23 de febrero de 1981, cuando apenas hacía 3 años que, aprobada la Constitución, había empezado la llamada transición democrática, guardias civiles asaltaron el Congreso.

Era la sesión de investidura de Leopoldo Calvo Sotelo que iba a sustituir al dimitido Adolfo Suarez. A eso de las 6, radiado y televisado en directo; Tejero que, junto a Saenz de Ynestrillas, ya había intentado otro golpe de estado en 1978 (el conocido como Operación Galaxia), al mando de 200 guardias civiles, a punta de pistola y disparando al techo para intimidar, secuestró el Congreso.

Recuerdo aquella noche. Miedo, sentí el mismo miedo que teníamos durante los últimos años del franquismo y los primeros de la transición. Miedo, y desesperanza, por si la historia daba marcha atrás y volvía el régimen asesino que nos había oprimido durante 40 años, por si volvían al poder quienes habían llenado de fosas nuestro país y habían condenado al exilio a decenas de miles de personas, desesperanza por si volvía esa España de rosario y misa.

De aquellos días me quedo con 4 imágenes. Tres de ellas me producen espanto y me recuerdan los miedos pasados. Son la de Tejero con tricornio y pistola en la tribuna del congreso, la del Congreso rodeado por militares y la de los tanques en las calles. Representaban la vuelta atrás. La otra es la gente, al día siguiente, volcada en las calles y plazas, de manera unitaria y plural, para defender la democracia. Representaba la decisión ciudadana de defender, y mantener, los derechos y libertades arrancados a una dictadura asesina. Era una imagen del pueblo defendiendo la democracia.

Los golpistas justificaban su acción por la crisis económica dura que, heredada del franquismo, se vivía en España, por la puesta en marcha de la descentralización del Estado que rompía la «sagrada» unidad de la patria, y por la resistencia de sectores fascistas e involucionistas que añoraban el régimen franquista.

Aquellos días aparecían pintadas que decían «Fuera Políticos, Militares al Poder». Hoy, sin haber resuelto del todo, aunque nos cuenten que vamos bien, la crisis económica que arrastramos desde 2008: sin haber recuperado todo lo que los recortes, el COVID y la pandemia se llevaron por delante; en medio de esa crisis de legitimidad de la política que han propiciado quienes la han pervertido con tramas corruptas, con bulos y mentiras, con sobreactuaciones, con excesos de ego y una incontinente verborrea tabernaria y macarra… hay quienes claman por sustituir a los/as políticos/as por burócratas sin ideología. Es verdad que ya no se llama a militares como solución, pero es que el sistema ya no necesita pistolas y tricornios. Quienes no creen en la democracia ya están en el Congreso, en nuestros Gobiernos Autonómicos y en nuestros ayuntamientos.

Hoy lo más reaccionario está ganando espacio. A golpe de bandera y españolismo rancio; a base de mentiras amplificadas por esa prensa amarilla y cavernaria, por tertulianos/as claramente partidistas y reaccionarios/as, por esa parte asquerosamente antisocial de las redes sociales; el facherío y las “gentes de orden” de este país, campan a lo largo y ancho.

La ultraderecha, partidaria y defensora del «orden franquista», clama contra derechos básicos, defienden y proclaman el machismo de siempre, incitan al odio y al racismo y, apoyados/as por toda esa gente sin criterio que, a golpe de tertulia, de información de consumo y de creerse bulos y mentiras; les sigue el juego; vota a corruptos/as, a ultraderechistas y a quienes convierten la libertad en algo banal como es salir de marcha, se sitúa como abanderada del trumpismo y de la ultraderecha mundial.

Hoy se criminaliza a políticos/as, se sataniza a los sindicatos de clase, se reclama quitar derechos, se propone derogar leyes sociales como las de violencia contra la mujer, como las de vivienda, como la de la muerte digna, como las de Memoria democrática; se escandalizan porque sube el SMI; quieren quitar los impuestos a la banca, eléctricas y empresas del IBEX…

De aquel golpe de hace 44 años, nunca se investigaron las tramas civiles y económicas que lo alimentaron. Los militares juzgados apenas llegaron a cumplir unos pocos años de condena y siguieron en nómina.

En estos 44 años, y eso que no triunfó el tejerazo, nos han quitado, o hemos perdido, demasiadas cosas por las que lucharon y luchamos. Ya no llenamos las calles y plazas de mala leche, de determinación para defender lo nuestro. Se mira para otro lado cuando nos arrebatan derechos y, todavía, hay quienes no se han enterado de que a quien hay que derrotar, es al capitalismo salvaje. Ese es el enemigo común que tienen, que tenemos.

Con todo, aquello pasó tan solo hace 44 años. Hoy hay franquistas, disfrazados/as de demócratas que vuelven a hablar de la sagrada unidad de la patria, de la bandera, del machismo indecente, del orden y la obediencia. Mucho cuidado y reflexión, no vuelva a salir un salvapatrias que vuelva a llevarnos a esa noche negra que fue la dictadura. Corremos el riesgo de volver a la España oscura y gris del NODO, aunque esta vez sea en colores. .

Por eso seguiremos luchando. Porque no olvidamos. Sabemos que la libertad, las conquistas sociales y los derechos no nos los regaló nada ni nadie. Sabemos, también, que se pierde todo lo que no se defiende y que no se gana nada más sin lucha organizada.

Hoy es necesario conseguir la unidad de la izquierda.

Es una de las afirmaciones más corrientes de toda esta gente que, en cualquier elección, no participa. Lo suelen acompañar de aquello del «todos son iguales» y de alguna cosa más despectiva hacia lo que denominan «clase política».

Las encuestas y los estudios sociológicos nos dicen que la tendencia a no votar es mayor entre la gente más joven. También señalan que aumenta el porcentaje de quienes, si votan, lo harán en blanco o de manera que su voto resulte nulo. Hay, incluso, quienes piden los votos para, en el caso de obtener algún escaño, no participar y dejarlo vacío.

Una primera cuestión a destacar, porque no me cansaré de decirlo nunca, es esa falacia, extendida y difundida por la derecha más rancia y casposa, del «todos son iguales».

Pues nada, decidan si su cabeza es de las de ese grupo que Machado, en uno de sus proverbios, dice que embisten o es la que piensa. Piensen, y contesten, si es igual un machista empedernido que alguien que defiende la igualdad real, o piensen, y contesten, si es igual alguien que quiere poner un impuesto a la banca que alguien que se lo quita, o piensen, y contesten, si es igual quien revaloriza las pensiones que quien vota en contra, por poner algunos ejemplos.

Luego viene esa segunda versión del «todos iguales», justificativa del «no sirve de nada votar» que es el bulo de la «clase política». No entraré, aquí y ahora, en la definición de clase que hace Karl Marx, pero comparto, como establece el marxismo, que la sociedad está organizada en dos clases antagónicas. La clase burguesa, dueña de los medios de producción y el proletariado que tan solo tiene su fuerza de trabajo. Ese antagonismo se concreta en la lucha de clases que sigue dándose en esta sociedad capitalista. La gente que integra una clase tiene unos intereses comunes. Es evidente que los/as políticos/as no tienen un interés común y, por consiguiente, no forman una clase. Vuelvan al párrafo anterior, piensen, y contesten, si tienen algún interés en común en los ejemplos citados.

Luego viene aquello del «¿pá que votar?» consecuencia práctica de lo anterior. Bueno pues Machado ya nos lo avisó. «Haced política, porque si no la hacéis, alguien la hará por vosotros y probablemente contra vosotros», decía.

Dicho esto, también conviene recordar lo que, a través de sus apócrifo Juan de Mairena, nos señalaba D.Antonio: «La política, señores, es una actividad importantísima. Yo nunca os aconsejaré el apoliticismo, sino, en último término, el desdeño de la política mala que hacen los trepadores y cucañistas, sin otro propósito que el de obtener ganancia y colocar parientes».

Para desgracia nuestra no han perdido vigencia estas afirmaciones machadianas. Lo triste, y preocupante, es que llegan a las instituciones, con el voto ciudadano, un buen número de «trepadores» y «cucañistas»

Bueno será que empecemos a explicar que no hay «clase política», sino política de varias clases (de derecha, de izquierdas, conservadora, reaccionaria,…) y, de paso, dejemos claro que, en la política, en vez de clase, hay gentes con muy poca clase.

Feliz domingo, y no nos olvidemos de Palestina

Por recordar, especialmente a esas gentes de orden que nada dicen, a esas gentes indiferentes a las que nada importa o interesa, a esas gentes que, sin saberlo, son fascistas y a esas que lo son y así lo proclaman con sus apoyos y votos a fascistas.

Un genocidio es el exterminio o eliminación planificada y organizada de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad. Creo que a esa definición de la RAE hay que añadir, también, el colonialismo imperialista y el económico.

Hay que decir que el genocidio de Gaza, como todos los demás que ha habido y hay, son dirigidos y organizados por auténticos psicópatas, ególatras, narcisistas, mentirosos y manipuladores.

Hay que recordar, a esas gentes desmemoriadas, que aquí, en este puñetero país, también hemos tenido genocidas y sufrido un genocidio.

Hoy es el 88 aniversario de «La Desbandá«. Así es como se conoce la masacre que, el franquismo apoyado por los nazis alemanes y los fascistas italianos, cometió en la carretera que unía Málaga con Almería.

La población malagueña, aterrorizada, y consciente de las salvajadas que las tropas franquistas, incitadas a asesinar, violar y ultrajar, cometían, huyó hacia Almería, todavía territorio republicano, a través de la carretera.

«La Desbandá» fue la mayor huida de población civil conocida hasta entonces. No hay datos exactos, pero se cifra en unas 150.000 personas las que trataron de huir.

Allí, en la carretera, entre el 6 y el 8 de febrero de 1937, sufrieron un cobarde ataque. Fueron bombardeados/as por las fuerzas franquistas. Aquel salvaje bombardeo; hecho por tierra con la artillería; por mar, con los buques de guerra bombardeando la costa y por aire, con los aviones nazis y fascistas bombardeando y ametrallando, dejó entre 3.000 y 5.000 víctimas mortales que, en su mayoría, eran ancianos/as, mujeres y niños/as. Fueron eliminados/as por no aceptar el régimen que imponían, a sangre y fuego, los sublevados.

«La Desbandá», un genocidio en si misma, forma parte de ese genocidio general, practicado durante los 3 años de guerra y los 40 de dictadura, cometido por al franquismo.

Allí, en la carretera de Málaga a Almería, se cometió un crimen de guerra, una masacre que el franquismo ocultó, que el Gobierno de la República silenció para no desmoralizar a la población civil y que las víctimas, la población que huía aterrorizada, callaron durante décadas por el miedo impuesto por el régimen franquista.

Hoy, 88 años después, hay que recordar aquella masacre, hay que rendir homenaje a quienes fueron víctimas de aquella locura y hay que reclamar, para que no se repita, y para que las víctimas del franquismo asesino recuperen su dignidad, Memoria, Verdad, Justicia, Reparación y Derecho de No Repetición

Yo no estoy muy de acuerdo con este dicho tan popular. Quizá porque soy manifiestamente ateo y no creo en la existencia de dios o diosa alguno o alguna.

Pienso, más bien, sobre todo en los tiempos borrascosos que nos toca vivir, que a indeseables, fascistas, racistas, machistas, xenófobos… los creamos nosotros y nosotras y luego, como son de la misma calaña, se juntan.

Ya ven. Esa salvajada monstruosa, que lanza ese fantoche que se sienta en el despacho oval, le parece maravillosa a Netanyahu. Le parece bien a todo el universo del facherío, incluido el patrio.

Pero claro, a Trump, a Netanyahu, a Orban, a Meloni, a Milei, a Abascal, a Le Pen,... les vota la gente y, como ya pasó con Hitler, son los votos de la ciudadanía los que les llevan a los centros de poder y les dan las herramientas para aplicar sus teorías y doctrinas fascistas.

Hay mucha gente, demasiada según dicen las encuestas, que aplaude y comparte el machismo, el odio, el rencor, el autoritarismo… que quiere echar a los/as inmigrantes, encerrar a quienes definen como vagos y maleantes, reeducar a las personas LGTBI y fusilar a los/as rojos/as que aún quedamos por ahí.

Hay también, mucha gente, demasiada gracias al individualismo en el que nos ha metido el neoliberalismo salvaje, que se calla, que no opina, que no dice nada. De hecho, ante una burrada como esta, la reacción internacional no es tajante. En muchas declaraciones públicas de dirigentes se hace una tímida y comedida condena de lo que, sin ningún paño caliente, es una indecente salvajada.

Así que a toda esta tropa indecente, inmoral, abiertamente fascista, les parece normal que EEUU coja el control de Gaza, expulse forzadamente a los que han sobrevivido al genocidio y convierta la zona de Gaza en «la Riviera de Oriente Medio».

Luego pasa lo que pasa.

Recuerden aquello de «Primero vinieron por los socialistas, y guardé silencio porque no era socialista.

Luego vinieron por los sindicalistas, y no hablé porque no era sindicalista.

Luego vinieron por los judíos, y no dije nada porque no era judío.

Luego vinieron por mí, y para entonces ya no quedaba nadie que hablara en mi nombre».

Realmente, con esta cita, Niemoller critica la complicidad de la ciudadanía alemana porque, con su silencio, fueron cómplices del nazismo.

Aquí, ya se que el franquismo hizo estragos, pero también se, porque lo he vivido, que mucha gente estuvo de acuerdo con el régimen y mucha otra también miró de lado porque, como no eran «rojos/as», pensaban que la cosa no iba con ellos y ellas.

Ya lo ven, tenemos como tercera fuerza política, y subiendo, a quienes sienten nostalgia del franquismo y aplauden esa locura sinvergüenza de echar a los/as palestinos/as de su tierra.

Claro, luego ven normal echar a las gentes de sus casas para poner pisos turísticos, por ejemplo.

Ayer, allende los mares, en Lima, capital del Perú, invitada por el ultraconservador alcalde de la capital limeña, ese personaje que, para desgracia de madrileños y madrileñas, gobierna Madrid, con gorrita puesta al estilo trumpiano, se dio un baño de multitudes y, a golpe de declaraciones públicas, demostró claramente cual es su modelo social y económico y, de paso, dejó varias perlas a base de topicazos a cual más rancio.

Dice la «buena señora» (pueden leer sus declaraciones en más de un medio de comunicación) que «siempre ha reconocido la “Hispanidad” como ese fenómeno que une a la gente con “una forma alegre, mestiza, brava de ver la vida”.

Esa afirmación a mí, sufridor de la escuela nacionalcatólica del franquismo, me recuerda un libro de obligada lectura, titulado «Glorias Imperiales» que presentaba a los/as pobladores/as del «nuevo mundo» felices y encantados/as con esa tribu barbuda que, a golpe de espada, hábito y cruz, llegó a sus tierras y les cristianizaba, humillaba y explotaba. Acabaron siendo esclavos/as pero, nos decían, agradecían espejitos y alguna que otra banalidad.

Ayer, la ínclita ciudadana, que vive en un ático millonario, estaba contenta. Decía «no hay más que ver este lugar donde hay población que está sumida en la pobreza y sin embargo, es alegre, es amable, es humilde”. Vamos lo mismo que han pensado, y piensan, toda la vida los señores feudales de sus siervos, los terratenientes de sus jornaleros, la burguesía de sus sirvientes, los caciques de sus dominados/as, los/as reyes y reinas de sus súbditos y ese tipo de empresariado explotador de sus trabajadores/as (por cierto el franquismo les llamaba productores).

Todas estas gentes están encantadas con que los/as pobres sean felices, y humildes, y serviles y obedientes. Que vayan cantando al tajo. Que se conformen con las 4 migajas necesarias para sobrevivir y seguir siendo explotados/as y que agradezcan algún que otro espejito, caramelo, galleta o magdalena que el señorito o señorita tenga a bien regalar.

Para rematar la cosa (leánlo bien, por favor) la señora que gobierna Madrid, la que deja morir ancianos y ancianas, afirma lo siguiente: «eso hace una forma de ver el mundo que nos representa a todos. Desde que llegué como presidenta a Madrid, siempre quise revindicarlo”.

Desde luego a mí, y creo que a bastantes de Vds., no me representa para nada esa forma de ver el mundo.

Pero vamos. Atentos/as, desde que los votos de una parte de madrileños y madrileñas la hicieron presidenta reivindica que la gente sea pobre, pero que esté feliz.

Entender que la pobreza y la alegría son incompatibles no requiere mucho nivel intelectual que se diga. Como creo que tampoco requiere ningún master entender lo que estas gentes hacen con tu voto. Así que ya sabes, si aspiras a que el modelo social sea el de gente pobre y feliz vótales, pero debes saber que estás votando a caciques y explotadores que, además, suelen ser machistas, racistas y negacionistas. Por el contrario, si aspiras a una sociedad más justa, más redistributiva, más democrática busca otras opciones.

Para acabar, no se les olvide que colegas y socios de Dª Isabel los tenemos por todas partes, aquí, en esta noble tierra, ya saben un tal D.Jorge y una tal Natalia.

Y no se olviden que siguen asesinando a la población palestina

Hoy, a punto de terminar el año, recuerdo aquel otro 30 de Diciembre de 1969 en el que Franco, a través de la radio y de la televisión que dirigía Adolfo Suárez, comunicó a los españoles (las españolas no pintaban nada por aquel entonces) en su discurso de fin de año que «todo ha quedado atado y bien atado con la designación como mi sucesor, a título de rey, del príncipe D.Juan Carlos de Borbón».

El tema venía de atrás. Primero debemos recordar que las denominadas Cortes Españolas, fueron creadas en 1942, a imagen y semejanza del sistema corporativo del fascismo italiano y se conformaban con la representación orgánica en vez de con la representación democrática otorgada por el voto ciudadano. De hecho el régimen se definía como una «democracia orgánica»

El Presidente de esas cortes lo nombraba directamente el caudillo y los procuradores (no quisieron llamarles diputados) lo eran por derecho propio, porque los designaba el propio Franco o los nombraban las entidades corporativas. Nunca fueron un órgano legislativo por cuanto en la dictadura no hubo separación de poderes y todo se concentraba en la jefatura del estado.

El Caudillo, en el discurso inaugural de cuando se pusieron en marcha, dejó muy claro el ideario del régimen: «Queremos libertad, pero con orden, y consideramos delictuoso cuanto vaya contra Dios o la moral cristiana, contra la Patria y contra lo social, ya que Dios, Patria y Justicia son los tres principios inconmovibles sobre que se basa nuestro Movimiento.»

En 1947 las Cortes franquistas aprobaron la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado mediante la cual, el dictador establecía, que España se convertía en reino católico y que, tras su mandato vitalicio, le sucedería un rey sometido a los principios y leyes fundamentales del régimen franquista.

Como no teníamos rey, los Borbones habían huído al llegar la II República, el Caudillo empezó a buscar quien, una vez fallecido él, sería nombrado rey y ocuparía la Jefatura del Estado.

Evidentemente el rey que le sucediera debería ser fiel a su ideario, dejar las cosas como estaban y no molestar ni a la burguesía, ni al ejército, ni a la iglesia, ni a ningún estamento franquista.

Llegamos a 1969 y Franco decide que es el momento de elegir sucesor. Así que utiliza, como siempre, a las Cortes franquistas para que aprueben la Ley 62/1969 que ya declara al Príncipe Juan Carlos de Borbón como sucesor cuando el Caudillo muera. En ella se establece que, para ser designado sucesor, y rey, el principito debe jurar fidelidad a Franco y a los principios del Movimiento Nacional. A ese Movimiento, cuyo catecismo era la Patria, la religión católica y la familia, juró lealtad el Rey Juan Carlos (actual emérito huído con las maletas llenas) en dos ocasiones. La primera cuando fue designado sucesor de Franco, en Julio de 1969. En esa ocasión el príncipe Borbón, en su discurso, defendió “la legitimidad política surgida el 18 de julio de 1936” y se refirió a la Guerra de España como una serie de sacrificios “tristes, pero necesarios para que nuestra patria encauzase de nuevo su destino.”

La segunda en noviembre de 1975, cuando las Cortes franquistas le proclamaron rey. En esa ocasión, pueden leerlo en el diario de sesiones del Congreso, Juan Carlos, con su mano derecha sobre la Biblia proclamó: “Juro por Dios y sobre los Santos Evangelios, cumplir y hacer cumplir las Leyes Fundamentales del Reino y guardar lealtad a los principios que informan el Movimiento Nacional”.

Resumiendo, el campechano juró lealtad a un movimiento fascista y totalitario al que debía su corona. El colmo fue que, en su discurso, proclamó que tenía el título de Rey, por “la tradición histórica, las Leyes Fundamentales del reino y el mandato legítimo de los españoles”. Más allá de la falta de rigor de sus afirmaciones lo cierto es que tenía el título, sobre todo, porque así lo había decidido una dictadura asesina a la que había prometido lealtad y obediencia.

Fíjense si el caudillo dejó todo atado y bien atado que el 22 de Noviembre, a los dos días de la muerte del dictador que aún estaba sin enterrar, se suspendió el luto y el duelo oficial para ponerle la corona a Juan Carlos I. Tuvimos un rey (en 1975) antes de que la Constitución (en 1978), esa que tanto gusta a mucha gente hoy en día, dijera que este país era una monarquía parlamentaria.

Se le da mucha importancia a que, de esta forma, Franco colocó la monarquía. Cierto, pero con esa frase del “todo atado” el dictador mandaba, también, un claro mensaje tranquilizador a quienes creían que la dictadura, y por tanto sus privilegios, moriría con él y pedían que su testamento político garantizara la continuidad del régimen.

De hecho el recién coronado Rey no tuvo ningún empacho en afirmar su “respeto y gratitud” hacia el Caudillo añadiendo que “su recuerdo constituirá para mí una exigencia de comportamiento y de lealtad para con las funciones que asumo al servicio de la Patria”. (Discurso de D.Juan Carlos en la ceremonia de coronación).

Luego vinieron la Constitución y la transición y se asumió el lavado de cara que el propio franquismo, aprovechando la debilidad de la oposición, impuso con la amenaza de golpes de estado. Nos explicaron aquello de la “modélica transición a la democracia”, pero el franquismo no acabó con la Constitución. Conocido como el “franquismo sociológico”, ahí sigue.

Nunca se produjo una ruptura democrática con la dictadura, ni hubo, como en otros países que sufrieron regímenes dictatoriales, una condena del franquismo. Ya hemos visto que la propia monarquía, uno de los iconos de la transición, llegó teledirigida por la dictadura. De la noche a la mañana todo el aparato franquista quedó acomodado en nuestra democracia. De hecho policías, jueces y militares, fieles colaboradores de la dictadura, siguieron en sus puestos.

Ciertamente Franco dejó todo atado y bien atado. Pero algunos y algunas, reconociendo que en aquellos tiempos se hizo lo que se pudo, pensamos que ya es momento de decir la verdad, de superar el silencio, la ocultación, el olvido y la falsificación del pasado que hemos sufrido.

Especialmente ahora cuando despierta el fascismo que nunca se marchó y el revisionismo quiere volver a reescribir la historia y enterrar la Memoria Democrática.

Creemos que es tiempo de cortar la cuerda que ata nuestra democracia.

Como todos los años, el 21 de Diciembre más o menos, llega el solsticio de invierno. Viene ese día, que es el más corto del año, por cuanto hay menos horas de sol ya que es el momento del año en el que la tierra está más inclinada con respecto al sol y por eso recibe menos luz solar.

Este día era una festividad para muchos pueblos. En diferentes culturas se asociaba al inicio del año puesto que, a partir del solsticio, las horas de luz solar se iban alargando.

Pero llegó la Iglesia Católica y se la apropió, como tantas otras cosas, leyendas y costumbres populares.

Los santos padres de la iglesia, desde la edad media, la asociaron al nacimiento de Jesús y lo adornaron con los reyes magos. Como siempre la Iglesia reconvirtió fiestas y cultura popular a su conveniencia.

La Iglesia inventó el bulo, la Fake news, más universal de la historia. Vinculada al solsticio de invierno, nos inventó la navidad.

La natividad o nacimiento de Jesús, la cuentan Mateo y Lucas (dos de los 4 evangelistas). Los dos dicen que la criatura nació en Belén de Judea, añaden que su madre, María, estaba desposada con un hombre llamado José, que descendía del rey David y no era su padre biológico, ya que su nacimiento fue causado por intervención divina.

Ahí es donde entra en juego la paloma, eso de que una mujer pudo ser virgen y madre, y eso tan inexplicado e inexplicable de la santísima trinidad y la bola fue creciendo.

El caso es que, salvo los ateos irredentos, y quienes tienen todavía capacidad de pensar por si mismos o mismas, el/la común de los mortales se cree la cosa y, para alegría y regocijo de los templos del consumo, celebra por todo lo alto las navidades. Nada nuevo

Igual que no es nuevo en este país tener toda una trama golpista apoyada en lo de siempre. En la derecha más rancia casposa y troglodita, en la prensa cavernaria, en tertulianos/as expertos/as en todo pero documentados/as en casi nada, en esos afanes golpistas, secuestradores de la libertad y la democracia, que unas veces llevan pistolas y tricornios y otras, como ahora, togas y bolígrafos.

Tampoco es nuevo que esas encuestas que nos sacan cada semana digan, mientras crean opinión, que las derechas más rancias, machistas, reaccionarias, negacionistas de la violencia contras la mujeres, del cambio climático y de todo lo que suene a progreso y democracia, racistas, taurinas y muy patrióticas conquistan cada vez más terreno.

Lo hacen apoyadas en bulos, mentiras, rumores, noticias falsas, amparadas en el populismo que penetra en los/as analfabetos/as políticos, en esa parte de la población que no entiende nada que vaya más allá de un tw o un wassap oportunista, en el apoyo de esa caverna mediática y fauna tertuliana que siente nostalgia de tiempos pasados y aspira a reeditar los tiempos grises y oscuros de siglos pasados.

Al personal, a ese y esa que vota, no parece importarle nada que se vulneren derechos, se niegue la violencia asesina que sufren las mujeres, se niegue el cambio climático, se niegue que hubo un régimen asesino durante más de 40 años, que protejan esa salvajada que es la tauromaquia, que recen rosarios por las calles, que graben conversaciones sin permiso, que insulten a las víctimas del franquismo con falsas concordias, que voten a fascistas declarados y a gentes que, a golpe de motosierra, en sus países acaban con los servicios públicos y condenan a la pobreza a la mayoría de sus habitantes.

Son cosas que pasan, no tan a menudo como los solsticios, pero tienen su ciclo fijo.

Pero bueno, miremos al cielo, veamos la luna y las estrellas, y esperemos que la conjunción de los planetas propicie un aumento del sentido común y el optimismo.

Con todo, ¡¡felices días¡¡

Era el 22 de Noviembre de 1975, hacía dos días que había muerto Franco, aún estaba sin enterrar, pero se suspendió el luto y el duelo oficial para proclamar un Rey. Era lo que Franco y su régimen habían dejado “bien atado”.

Ese día, hoy hace 49 años, al Congreso entró un príncipe y salió un rey. Ese día, antes de tener un régimen democrático, antes de tener esa Constitución que tanto gusta a mucha gente hoy en día, este país volvió a ser una monarquía.

Según el propio discurso de Juan Carlos, tenía el título de Rey, por “la tradición histórica, las Leyes Fundamentales del reino y el mandato legítimo de los españoles”. Más allá de la falta de rigor de sus afirmaciones lo cierto es que tenía el título, sobre todo, porque así lo había decidido una dictadura asesina que, todavía, tenía el poder.

Así lo reconoció el nuevo monarca que, sin ningún rubor, proclamó su “respeto y gratitud” hacia el Caudillo y añadió que “su recuerdo constituirá para mí una exigencia de comportamiento y de lealtad para con las funciones que asumo al servicio de la Patria”. (Discurso de D.Juan Carlos en la ceremonia de coronación).

Luego vino la Constitución, esa tan modélica e intocable, y asumió el legado franquista. Si leemos los artículos de la Constitución sobre la Corona vemos, entre otras cosas, que es hereditaria (Artº 57), que el Rey es la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales (Artº 56), que tiene el mando supremo de las fuerzas armadas (Artº 62), que es inviolable y no está sujeto a responsabilidad (Artº 56), que tendrá asegurados sus gastos desde los Presupuestos Generales del Estado (Artº 65). Como ven todo muy democrático. Según el texto constitucional es, además, el encargado de «moderar y arbitrar» el funcionamiento de las instituciones.

Hoy, aquel monarca impuesto, con la categoría de emérito, está huido con las maletas llenas.

Hoy, seguimos teniendo un rey, hijo de aquel que lo fue por decisión de un dictador. No se nos olvide que este rey, el VI de los que se llaman Felipe, es rey porque un dictador fascista decidió que este país retrocediera en el tiempo y tuviera, como en siglos pasados, una monarquía que, además de ser un anacronismo, es un modelo de opacidad.

¿No les parece que con 49 años ya vale?, ¿Que es el tiempo de una Nueva Constitución?.

Es tiempo de reivindicar la República. Lo tenemos muy claro. ¡¡A por la III¡¡

Y seguimos, para desgracia nuestra y vergüenza de este país, sin que se cierre esa página cruel, dura y macabra que abrió un golpe fascista contra la República, que provocó una guerra salvaje, como todas, de tres años y una dictadura asesina de 40 años más.

Otra vez, como siempre, como cada día, insistimos en que el fascismo no tiene cabida en nuestras vidas, a pesar de que el revisionismo de la historia, las equidistancias interesadas, los sectarismos y odios disfrazados de «concordias» y la nostalgia de algunas gentes y partidos por el franquismo, quieran hacernos creer que es la alternativa.

Otra vez, como siempre, pedimos justicia, reparación y dignidad para esos y esas más de 100.000 personas que siguen desaparecidas, en fosas, cunetas y barrancos. España es tras Camboya, otra vergüenza más, el 2º país del mundo en número de desaparecidos, es el 1º de Europa que arrastra este pasado. No hay datos oficiales, los más «oficiales» que conocemos son los que se aportaron en la Audiencia Nacional, en la causa abierta contra los crímenes franquistas por el juez Baltasar Garzón (defenestrado por el sistema). La cifra – 114.226 desaparecidos – se refiere al periodo entre el 17 de julio de 1936 y diciembre de 1951.

Lista aparte son los bebés desaparecidos que algunas fuentes cifran en más de 30.000. Los miles y miles de trabajadores/as esclavos que el franquismo utilizó y que puso a disposición de empresarios fascistas sin escrúpulos.

Otra vez más, como siempre, denunciaremos que es inaceptable que, hoy en día, no se haya producido la condena oficial del franquismo y siga habiendo calles y plazas dedicadas a asesinos fascistas.

Hoy, una vez más y como siempre, advertiremos de que el fascismo pretende abanderar el cambio y aprovecha para crecer con su discurso de odio impregnado por el racismo, el machismo, la xenofobia y la discriminación.

Otra vez más, como siempre, los grupos, organizaciones y partidos fascistas utilizan el drama social y el cabreo general para ocultar su verdadero programa bajo un falso y confuso discurso de justicia social.

Culpabilizan de la situación a la inmigración, promoviendo la exclusión de lo diferente, defendiendo de esta forma el interés individual sobre el colectivo. Y siempre, como máxima, la apelación al patrioterismo nacional que tantas veces ha servido para tapar problemas de carácter social.

Esta frase de Franco lo dice todo: «Ahora se habla de democracia. Nosotros, los españoles, ya la hemos conocido. Y no nos dio resultado. Cuando otros van hacia la democracia, nosotros ya estamos de vuelta».(Declaraciones de 1947, según aparecen en: Justino Sinova, «La censura de prensa durante el franquismo» Barcelona. DeBolsillo, 2006, pp. 34-35).

Hoy, además, volveremos a denunciar que,en Zaragoza, hay compañeros en la cárcel por protestar contra el fascismo en nuestras calles y barrios.

Otra vez, como todos los días, queremos decir, alto y claro, ¡¡Fascismo Nunca Más¡¡